Cuando se utilizan adecuadamente, las métricas e indicadores de seguridad pueden tener un gran impacto en los programas de seguridad y salud. Los indicadores de resultado (lagging) permiten analizar y reflexionar sobre situaciones y condiciones que hayan ocurrido (número de accidentes e incidentes, índice de frecuencia, etc), mientras que los indicadores de liderazgo nos ayudan a enfocarnos en el futuro midiendo nuestro desempeño en la materia. En conjunto, estas métricas pueden transformar nuestro enfoque de seguridad y ayudarnos a tomar decisiones efectivas.
Sin embargo, todas las métricas y KPI tienen limitaciones y es importante tenerlo en cuenta. A continuación exploramos algunas de estas limitaciones y sugerimos formas de eludirlas o tratarlas:
La recopilación de datos no es una acción: Es fácil confundir el proceso de selección y seguimiento de métricas con una acción efectiva. Desafortunadamente, es solo un paso en el proceso de seguridad. Evidentemente nos dan una idea de los problemas y de las posibles causas, pero no evita los problemas, sino que de deben implementar activamente acciones y procesos para materializar el cambio.
No dan soluciones: Las métricas tampoco te dan soluciones. Te pueden ayudar a identificar los factores que contribuyen a un problema y pueden darnos pistas sobre posibles problemas futuros. Pero es responsabilidad del profesional de la seguridad y salud el analizar sus métricas con regularidad, identificar patrones y posibles causas o problemas, e idear o encontrar posibles soluciones.
Tomar medidas no siempre resuelve los problemas: Cualquier acción o proceso que implementemos para mejorar nuestras métricas de seguridad requerirá un seguimiento para ver si es efectivo o no. Debemos estar atentos a lo que funciona y lo que no para poder modificar nuestro enfoque en caso de ser necesario.
Los números lo aguantan todo: No sólo nos debemos fijar en el número puro, sino ir un poco más allá. Puede que nuestras métricas indiquen que estamos reportando los comunicados de riesgo que tengamos como objetivo, o las observaciones preventivas de seguridad acordadas. Pero debemos analizar, por ejemplo, cuántas de ellas han servido para modificar algún proceso. Si la respuesta es ninguna, es que igual no se están llevando a cabo con calidad. Y en el caso de los comunicados de riesgo deberíamos analizar cuantas personas están reportando al final del periodo establecido para ello, porque posiblemente estén reportando por obligación, no por utilidad de la herramienta. Por tanto, no nos fijemos sólo en los números porque podemos vivir engañados.
La clave detrás de una buena métrica es la información sobre las acciones que suceden en relación con otro valor. Deberíamos poder medirlos y compararlos a lo largo de períodos de tiempo o entre grupos de usuarios, secciones, o plantas. Ello nos va a permitir monitorear nuestro desempeño real.
Comprender dónde surgen las limitaciones a estas métricas nos va a ayudar a usarlas mejor y reflexionar sobre los datos de manera adecuada.
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